El topinambur, de la misma familia del girasol, es una planta con propiedades funcionales que la convierten en un alimento apto para diabéticos y celíacos, investigadores del INTA San Luis evalúan su potencial productivo y adaptación a diferentes ambientes.
El INTA, en cosntante generación de conocimiento y evaluación de cultivos alternativos con potencial para la Argentina, dio a conocer este nuevo cultivo rústico, con propiedades que lo convierten en un alimento apto para diabéticos y celíacos.
Es una especie originaria de América del Norte, puede alcanzar hasta tres metros de altura, comparte familia y género con el girasol y su rusticidad le permite adaptarse a diferentes regiones y ambiente del país.
Martín Chicahuala, investigador del INTA San Luis, evalúa su comportamiento productivo e impulsa su incorporación en los emprendimientos locales. “Es un cultivo ideal para agricultores de pequeñas y medianas escalas que deseen diversificar su producción, debido a que, con pocos cuidados, es posible obtener una muy buena producción y rentabilidad en superficies chicas”, expresó.
En San Luis, el citado investigador y equipo están estudiando la densidad más adecuada de plantación, es decir, “qué cantidad de plantas se pueden poner por hectárea”, y agregó que con el desarrollo de este proyecto “buscamos generar tecnologías que lleguen a los productores”.
El topinambur se presenta como una especie promisoria para zonas semiáridas o, incluso, con suelos con bajos niveles de nutrientes y poca disponibilidad de agua. En cuanto a la forma de recolección, Chicahuala expresó: “Su cosecha puede ser semi-mecánica y selectiva; esto nos permite dejarlo en el suelo y servirá como semilla para la siguiente temporada”.
En cuanto a los posibles usos, este tubérculo presenta múltiples posibilidades. Las propiedades funcionales lo presentan como una opción interesante para la alimentación humana, es un buen complemento forrajero para bovinos, porcinos y caprinos etc. y además, los tubérculos son insumo de excelencia para la producción de bioetanol y sus flores tienen un gran potencial melífero, que puede ser aprovechado por apicultores.