El Tropezón, ícono de un Buenos Aires tanguero, se inauguró en 1893 en un predio muy cercano al Congreso pero desde 1923 funcionó en el emblemático edificio de la avenida Callao con el que se lo identifica. Allí, se sirvió durante décadas su célebre Puchero de Gallina, la especialidad de la casa. El plato, el preferido de Carlos Gardel, se hizo famoso al punto tal de ser requerido por turistas que llegaban especialmente de todo el mundo para degustarlo.
Caros Gardel, Lola Flores Le Pera, con algunos de las grandes figuras que han pasado por este recordado lugar que había cerrado sus puertas en 1983
edece los ojos ante el volverse a ver con la frente bien alta y para nada marchita. "Hubo gente que nos donó pocillos, cocteleras, platos originales. Son artículos que se les regaló a los clientes más fieles a modo de recuerdo antes de cerrar las persianas en 1983. Hay mucho de nostalgia y añoranza", explica Santiago Klemencic, hijo de Raquel Rodrigo y otro de los responsables del milagro acontecido.
A lo largo de más de tres décadas, el lugar fue ocupado por oficinas del Correo Argentino y por una ART
Hoy, el amplio salón exhibe sus paredes de ladrillos originales que durante 34 años permanecieron ocultos. Esta reapertura tras tantos años le devolvió a Buenos Aires parte de su identidad.
Tras un año de restauración reabrió este mítico espacio en septiembre y desde su reinauguración volvió a ofrecer su plato más clásico; puchero de gallina.
Además de la impronta porteña,- encabezada por bife de chorizo- la carta tiene garn ifluencia española; mariscos, tortillas, paellas y callos a la madrileña.
Con toda la elegancia del Buenos AIres de antaño, la propuesta es muy actual en cuianto a gastronomía y tragos. Un lugar para volver al pasado pero con la exigencia del foodie actual. funcionó en el emblemático edificio de la avenida Callao con el que se lo identifica. Allí, se sirvió durante décadas su célebre Puchero de Gallina, la especialidad de la casa. El plato, el preferido de Carlos Gardel, se hizo famoso al punto tal de ser requerido por turistas que llegaban especialmente de todo el mundo para degustarlo.
Caros Gardel, Lola Flores Le Pera, con algunos de las grandes figuras que han pasado por este recordado lugar que había cerrado sus puertas en 1983
edece los ojos ante el volverse a ver con la frente bien alta y para nada marchita. "Hubo gente que nos donó pocillos, cocteleras, platos originales. Son artículos que se les regaló a los clientes más fieles a modo de recuerdo antes de cerrar las persianas en 1983. Hay mucho de nostalgia y añoranza", explica Santiago Klemencic, hijo de Raquel Rodrigo y otro de los responsables del milagro acontecido.
A lo largo de más de tres décadas, el lugar fue ocupado por oficinas del Correo Argentino y por una ART
Hoy, el amplio salón exhibe sus paredes de ladrillos originales que durante 34 años permanecieron ocultos. Esta reapertura tras tantos años le devolvió a Buenos Aires parte de su identidad.
Tras un año de restauración reabrió este mítico espacio en septiembre y desde su reinauguración volvió a ofrecer su plato más clásico; puchero de gallina.
Además de la impronta porteña,- encabezada por bife de chorizo- la carta tiene garn ifluencia española; mariscos, tortillas, paellas y callos a la madrileña.
Con toda la elegancia del Buenos AIres de antaño, la propuesta es muy actual en cuianto a gastronomía y tragos. Un lugar para volver al pasado pero con la exigencia del foodie actual.